Jarramplas de Piornal

Jarramplas es en realidad una de las botargas propias del ciclo festivo de invierno, anticipo o parte del Carnaval, que podemos encontrar en otras poblaciones españolas y en la propia Extremadura. Dentro de la misma comarca aún existe el Taraballo de Navaconcejo y hasta hace unos años se podía ver a las Carantollas en Cabezuela, el Trapajonero en Tornavacas o el Jarramachi en Valdastillas.

La función de estas máscaras era la de entretener a los muchachos de la población, pero su finalidad simbólica consistía en asegurar, a través de su sacrificio, la buena marcha de la sociedad durante el año, por lo que se les puede suponer un cierto sentido protector sobre los ganados y la comunidad en general.

Video propiedad de Canal Extremadura©

Es una botarga hecha para impresionar, para atemorizar; a ello contribuye la máscara con forma de mitra, coronada por crines de caballo y flanqueada con dos grandes cuernos; la nariz aparece muy marcada y los dientes recuerdan la mandíbula de un carnívoro; antiguamente parece que llevaba un bigote hecho con pelo de cabra. El traje se compone de una camisa y un pantalón de fuerte loneta al que se cose una gran cantidad de retales de colorines (pingos), más numerosos ahora que hace veinte o veinticinco años; hace cuatro décadas el traje llevaba también una cruz cosida en la espalda.

El equipamiento de Jarramplas se completa con un tamboril ahora hecho de fibra de vidrio y tela de saco, pero antes de madera de roble y piel de perro; para tocario y tal vez para atacar a quien se le aproxime, Jarramplas lleva dos palos llamados cachiporras.

Hacia el año 287, un capitán de la primera cohorte que daba escolta al emperador Diocleciano llamado Sebastián fue denunciado por su fe cristiana y martirizado atándole a un árbol y asaeteándole; sanado milagrosamente de las heridas, el propio emperador ordenó matarle a palos. Su carácter militar ha hecho que se le considere protector de los que van a la guerra o al servicio militar, de ahí que los quintos hayan tenido siempre un protagonismo especial en sus celebraciones.

En Piornal, Jarramplas representa a San Sebastián, que recibe su martirio de flechas bajo la forma de los nabos que le arroja el pueblo, pero también es la personificación del mal, se le acusa de ser un ladrón de cabras o un demonio que amenaza con subvertir el  orden social, por ello debe ser lapidado y expulsado del pueblo:

Mientras a San Sebastián

la muerte abraza,

el pueblo a los demonios

mata a pedradas.

 

Tradicionalmente los mozos se vestían de Jarramplas para cumplir una manda o promesa al santo, en general al volver del servicio o de la guerra sanos y salvos. Tras unos años en que faltaban voluntarios y hubo que recurrir a especialistas, en la actualidad hay una larga lista de jóvenes que desean salir vestidos de Jarramplas, de forma que la continuidad de la fiesta está asegurada; hoy va desapareciendo el carácter  penitencial para convertirse en un servicio a la comunidad que potencie su singularidad local frente a los “otros” forasteros que vienen a curiosear en la fiesta.

 

Video propiedad de Televisión Española ©

La del Jarramplas es la fiesta genuina de Piornal y constituye el elemento más relevante de la identidad comunitaria; en ella hay dos figuras protagonistas, Jarramplas y el mayordomo, que suele ser un amigo de quien se viste de Jarramplas y que cuenta con recursos económicos suficientes porque debe pagar los gastos de la fiesta.

 

A primera hora del 19 de enero Jarramplas sale a pedir por el pueblo vestido y sin máscara acompañado por el mayordomo y algunos allegados; después el mayordomo invita al grupo a un pincho de jamón y queso. A mediodía, en casa del mayordomo, un grupo de especialistas viste al Jarramplas y le colocan bajo el traje las protecciones de hierro y fibra de vidrio que le evitarán daños, en ese momento debe hacer su primera salida por el pueblo bajo los impactos de los nabos que le lanza la gente; hay también una comida ritual costeada por el mayordomo a la que acuden todos los allegados de los dos protagonistas principales, y sobre las cuatro la gente se ha congregado en la iglesia para cantar la Rosca y ver cómo el mayordomo baja al santo de su altar. Después de eso Jarramplas hace su segunda salida, donde se le ataca con menor intensidad que en la mañana. A las doce de la noche comienzan las alborás, cuando se congrega el pueblo a la puerta de la iglesia y el Jarramplas, en representación del santo, inicia su recorrido de espaldas y sin máscara marcando el ritmo con el tambor, seguido por el mayordomo y flanqueado por dos monaguillos; todos juntos recorren cantando las calles más viejas del pueblo según una ruta tradicional.

Después vuelven a la puerta de la iglesia y se disgregan, pero el grupo de mayordomo, Jarramplas y acompañantes inicia una ronda cantando coplas en las casas donde se les ha pedido, y donde les obsequiarán con comida para echar a las migas y tragos de vino. De madrugada se dan migas para todos los vecinos, pagadas por el mayordomo.

A las ocho y media de la mañana del día 20, las campanas de la iglesia tocan a regocijo, y a las once, el pueblo congregado en la iglesia recibe al Jarramplas, que viene de casa del mayordomo, con una andanada de nabos; después se quita la máscara y entra en el templo, saliendo en procesión con el santo marchando de espaldas siempre dándole la cara; antiguamente parece que ejecutaba una danza en honor de San Sebastián.

Después de la procesión se dice misa, a la que asiste el Jarramplas sin máscara desde el coro alto y al finalizar ésta se canta la Rosca, la cantan las mozas y un niño repite el último verso de cada estrofa; al acabar la Rosca, los jóvenes esperan a Jarramplas en la puerta de la iglesia, todo el mundo sale y por último Jarramplas, que recibe la mayor de las descargas y debe aguantar lo mejor posible y “dar fiesta”.

Luego, Jarramplas recorre las calles recibiendo los impactos de miles de nabos comprados por el Ayuntamiento y puestos a disposición de todos los asistentes, visitando bares y casas de amigos y familiares donde está a resguardo de los ataques.

Por la tarde, los fieles van a la iglesia a besar los pies a San Sebastián con asistencia del mayordomo, Jarramplas, mozas y el niño repetidor de la Rosca; después se subasta el honor de subir el santo al trono; antiguamente, en ese momento, Jarramplas debía ir tocando el tambor de rodillas desde la puerta de la iglesia hasta el altar.

 

Al salir de la iglesia, Jarramplas se dirige a casa del mayordomo del año que viene, recibiendo por el camino la lluvia de nabos. Al llegar, se produce el traspaso de poderes: los mayordomos y los jarramplas entrante y saliente se reparten un lomo pagado por el mayordomo próximo, y aquí puede decirse que finaliza la fiesta hasta el año que viene.

El mayordomo, por promesa o voluntariamente, se compromete a pagar los gastos de la fiesta; se encarga de la custodia de la ropa, máscara, tambor y palos (cachiporras) de un año para otro, y vela por la buena marcha de la fiesta, para que ni Jarramplas ni participantes se extralimiten en sus papeles.


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