El «Palacio de las Veletas», también conocido como Casa de Los Aljibes, esconde bajo su sobrio claustro uno de los mejores aljibes hispanomusulmanes conservados en la Península Ibérica. La sorpresa que produce en la actualidad la contemplación de esta colosal obra, oculta en la compleja trama del casco monumental cacereño, se hace lógica si nos retrotraernos en el tiempo hasta el periodo de la dominación musulmana en que fue concebida y la analizamos en su contexto funcional y urbanístico preciso.
De la antigua trama urbanística del Cáceres islámico, apenas conocemos las murallas y el aljibe de la Casa de las Veletas, cuya conservación a lo largo del tiempo se debe indudablemente a su funcionalidad, ya que esta ciudad se ha caracterizado siempre por sus problemas para el abastecimiento de agua; la existencia de numerosos aljibes subterráneos en el casco histórico es una clara muestra de ello. Los musulmanes, grandes arquitectos del agua, de las sombras y de la frescura, son en este sentido herederos directos de la tradición bizantina; a partir de ella difunden en Occidente, aunque con dimensiones más reducidas, el modelo de las grandes cisternas destinadas a la conservación de agua que existen en Constantinopla. En al-Andalus es corriente la construcción de aljibes en los castillos y fortalezas como elemento necesario para garantizar el suministro de agua ante un eventual asedio militar, las cisternas de los castillos de Medellín, Trujillo y Montánchez son ejemplos claros y cercanos de esta práctica. A tenor de los datos disponibles, la cronología de la obra habría que llevarla a los siglos X-XI, si tenemos en cuenta que es ésta la fecha que se baraja en la actualidad para la construcción del primer recinto defensivo musulmán de la ciudad, frente a las interpretaciones anteriores que preferían atribuir la construcción al período almohade (segunda mitad del siglo XII a comienzos del XIII). Estos aljibes continúan en uso tras la conquista cristiana y se convierten, bajo patios y claustros, en un elemento propio del nuevo modelo urbanístico bajomedieval.
Una vez incorporada al reino de León por Alfonso IX en 1229, la ciudad de Cáceres comenzará una paulatina transformación que indudablemente afectó al esquema urbanístico previo, desarrollándose a partir del siglo XV un modelo urbano con un marcado acento de servicio al poder. En esta dinámica el espacio original de la alcazaba debió ser arrasado y preparado para la construcción de nuevas edificaciones. El rey Enrique IV concedió a Diego Gómez de Torres y Alfón de Torres la merced de edificar casa de habitación en el sitio de los aljibes, alcázar viejo, que de orden del infante don Alfonso, proclamado rey, fue demolido, a condición de mantener la servidumbre pública de aguas, lo que confirmaron los Reyes Católicos en Sevilla, a 24 de septiembre de 1477, habiendo de dejar libre el uso del agua a los vecinos en tiempo de necesidad. El aljibe debió ubicarse en el flanco oriental de esa plataforma, aprovechando la depresión del terreno para tallar en él dos planos verticales (sus lados NO y NE) y uno horizontal, que corresponde a la planta de la obra; los otros dos planos del aljibe (SO y SE) fueron construidos con fuertes muros de 1,5 m. de espesor para contener las cargas de estos lados. La información para fechas posteriores es escasa. Se conoce una reestructuración del edificio original de Las Veletas realizado en el siglo XVI por Lorenzo de Ulloa, como testimonio de la cual se puede contemplar hoy en el museo una inscripción conmemorativa. El palacio fue de nuevo reedificado en el siglo XVIII adquiriendo la forma que posee hoy día.
La planta del aljibe, ligeramente irregular para adaptarse al nivel geológico, es de unos 14 m. de largo por 10 de ancho, algo corriente en otros edificios de este tipo, pero lo que más le distingue es su estructura de cinco naves cubiertas con bóveda de cañón, la cual descansa sobre arquerías paralelas formadas por dieciséis arcos de herradura sustentados en doce columnas. La altura de las naves es de unos 6,10 m., y su anchura presenta ligeras variaciones entre unas y otras, al igual que la sección de los arcos; incluso el suelo presenta una ligera inclinación hacia el frente meridional, tal vez realizada a propósito para facilitar el vaciado. Su capacidad de agua almacenada es de unos 700m3 totalmente lleno; las columnas están formadas por basas molduradas, fustes cilíndricos de dimensiones y sección irregulares, y en la parte superior bloques cúbicos o capiteles de traza irregular probablemente retallados. Uno de los soportes, situado en el centro del aljibe, es un pilar de sección cuadrada, probablemente un ara romana cuyo valor simbólico explicaría su posición central.
El mortero que reviste muros y pavimento garantiza la impermeabilidad de la estancia, y todas las bóvedas presentan oquedades, destinadas no sólo a la recogida de agua, sino también a la ventilación, que han sido taponadas en diferentes momentos de la construcción y reformas del edificio. El sistema constructivo de bóvedas y arcos sobre columnas para este tipo de edificios es muy eficaz porque crea grandes espacios utilizables aligerando el interior de las naves y además pone en contacto con el agua los materiales pétreos más resistentes de los pilares, reservando el mortero y las bóvedas de ladrillo de este contacto.
En la actualidad desconocemos si el aljibe recibía en su origen el agua de lluvia a través de un patio superior, similar al actual, o si se situaba bajo una terraza o plaza, lo que es posible dado su carácter de límite topográfico. Sí sabemos que ha sido una constante en su historia el carácter público del agua que almacenaba, por lo que las obras de reforma de la Casa de las Veletas mantuvieron abierto en su frente sur un vano que permitía el acceso directo al aljibe desde el exterior, que aún puede verse en el Callejón del Gallo y que pudo haberse cegado no mucho antes de inicios del siglo XX. No obstante existe otro acceso previo al interior del aljibe, también cegado, del que arranca en el muro occidental la actual escalera de entrada. Desconocemos también la relación que puede existir, si la hay, entre el aljibe y un pasadizo subterráneo que cruza en diagonal el jardín posterior de la Casa de las Veletas y gana profundidad hasta alcanzar la calle inmediata.
Un reciente estudio de los materiales y paramentos del aljibe ha llegado a la conclusión de que la cubierta original no era la actual, posiblemente pudo tener un tejado a dos aguas en cada nave, identificándose también una decoración a base de cal en los arcos, lo que confirmaría un uso no hidráulico. Una probable reforma del edificio modificó la estructura para convertirla en aljibe, tal vez en la segunda mitad del siglo XII y, tras un prolongado tiempo en desuso, el aljibe terminó incorporándose a la estructura de la casa fuerte edificada a fines del siglo XV sobre los restos de la alcazaba almohade.
Tanto por lo que sabemos, como por lo que ignoramos de él, el aljibe de la Casa de las Veletas es un monumento excepcional, un curioso y hermoso edificio situado bajo otra construcción de filosofía completamente distinta pero igualmente hermosa, conservado por un azar del destino que nos permite cruzar en escasos metros las oscuras barreras del tiempo, casi sin darnos cuenta.
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