La agricultura y la ganadería siguen siendo, en gran medida, la base de la economía cacereña, ocupando a la tercera parte de la población activa; las fincas agrícolas son pequeñas en las áreas montañosas y del norte de la provincia, mientras que los grandes latifundios dominan el llano; la dehesa supone una explotación racional del bosque mediterráneo combinando la agricultura de secano con la ganadería extensiva y el aprovechamiento forestal. Tradicionalmente los cultivos dominantes han sido el olivo y el viñedo, junto a los cereales de secano, aplicando el sistema de año y vez, dejando las tierras en barbecho en año alternos. La introducción del regadío y los abonos industriales permitió un aprovechamiento intensivo de las nuevas especies, como el tabaco, la cereza, el pimiento pimentonero, el arroz o el maíz.
Los aperos o utensilios de la labranza se han mantenido con escasas variaciones desde la época romana hasta la mecanización del campo. Para remover la tierra se usaba la azada o zacho, la podadera para limpiar el matorral, el arado de palo -posteriormente metálico- para hacer los surcos, la hoz para segar el cereal y las zoquetas o dediles para proteger los dedos de los segadores, quienes en gran número bajaban del norte de la Meseta cada año para hacer su trabajo. El trillo de pedernal o de ruedas servía para separar el grano de las espigas, rastrillos y aparvaderas se utilizaban para separar la parva, horcas y bieldos para aventar el grano y la criba para limpiarlo.
Por otro lado, Extremadura tiene desde antiguo un marcado carácter ganadero; el modelo tradicional es una ganadería extensiva en que predominan la cabaña ovina y porcina, basada en el aprovechamiento de los pastos estacionales y económicamente viable gracias al bajo coste de la mano de obra; sin embargo, la mecanización del campo, la irrupción de piensos elaborados y la importación de razas alóctonas, llevaron desde la década de 1960 a una transformación radical de la explotación ganadera en la región. En la actualidad se ha producido una intensificación generalizada de las explotaciones y un considerable aumento de la cabaña vacuna y orientación hacia especies caracterizadas por su elevada producción de leche y carne.
Aún persiste una cierta proporción de ganado trashumante, que cada año baja de Castilla para pasar la invernada en los campos de Plasencia, Cáceres o Navalmoral, arrendando para ello los pastos de las dehesas. Algunas comarcas cacereñas, como Las Hurdes o Las Villuercas, destacan por la cantidad y calidad en la producción de miel. Allí aún se sigue practicando una apicultura artesanal basada en métodos y conocimientos tradicionales.
La colocación de cepos y lazos para conejos y liebres o de trampas para perdices, tordos y otras aves ha sido una práctica habitual en las áreas rurales cacereñas, al mismo tiempo, también se ha utilizado este tipo de técnicas de caza para controlar la población de alimañas o de especies dañinas para la agricultura o el ganado. El cepo utilizado en nuestra provincia corresponde al tipo llamado ibérico, formado por la traba y el rabo, siendo su plancha de disparo en forma de tambor; especialmente concebido para la caza del conejo, se fabricó masivamente en Don Benito (Badajoz) según un modelo desarrollado en 1900.
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