Enero de 2017

 Libro de actas de Patronato del Museo de Cáceres

9 octubre de 1917, Cáceres

 

Los museos provinciales tienen su origen en la situación en la que se encontraba España en el siglo XIX; tras la Guerra de la Independencia se crea una nueva división administrativa del país en provincias, rompiendo con el tradicional reparto histórico de los territorios. La provincia estaba dirigida desde la capital por un Gobernador Civil, apoyado por las Diputaciones Provinciales como órgano intermedio entre el Estado central y los recién constituidos Ayuntamientos. Cada capital de provincia necesitó de unas infraestructuras públicas nuevas que, en materia cultural, se materializaron en un Instituto de Enseñanzas Medias, una Biblioteca y una Comisión Provincial de Monumentos entre cuyas funciones estaba la de crear un Museo Provincial.

Las distintas desamortizaciones originaron el problema de qué hacer con el patrimonio histórico y artístico que ahora pasaba a manos del Estado. En 1835 se suprimen los monasterios y conventos y en 1837 se crea en cada provincia una Junta Artística y Científica con el fin de ordenar y catalogar los bienes, casi exclusivamente pinturas y esculturas, procedentes de edificios religiosos desamortizados. En 1844 las Juntas son sustituidas por las Comisiones Provinciales de Monumentos que ampliaron su interés a todo tipo de piezas arqueológicas como elementos arquitectónicos, artes decorativas, objetos prehistóricos, medallas y monedas.

Mientras tanto en Cáceres, la Junta de profesores del recién creado Instituto de Enseñanza decidió «promover, activar y reunir cuantos objetos arqueológicos y numismáticos le sea posible, con el fin de formar un Gabinete de este nombre, que dé a conocer las preciosidades y riqueza artística que encierra esta importante provincia dominada tanto tiempo por los Romanos y los Árabes» por lo que en 1865 adquiere un lote de monedas a Jerónimo de Sande y Olivares, párroco de Garrovillas de Alconétar, que regala con la compra una serie de objetos «celtas» fruto de sus «investigaciones arqueológicas» en la localidad. Poco después, en 1867, la Comisión Provincial de Monumentos de Cáceres queda constituida, pero no será hasta el año 1898 cuando, a iniciativa de Gabriel Llabrés, catedrático de Geografía e Historia del citado Instituto y miembro de la Comisión Provincial de Monumentos, se funde un Museo Arqueológico Escolar que será instalado en los corredores del Instituto, sito entonces en la antigua Casa Rectoral de los Jesuitas, anexa a la iglesia de San Francisco Javier.

La colección estaba formada por las monedas compradas, objetos aportados por los alumnos y profesores, y los ingresos de piezas artísticas y arqueológicas que realiza la Comisión Provincial de Monumentos, piezas de diverso origen que propiciaron cierta confusión entre los fondos de la Comisión y los del Instituto. Así, el 20 de febrero de 1900 la Comisión, en su Libro de Actas, decide que para aclarar la situación, y ya que por reglamento estaba obligada a crear un Museo de Bellas Artes y Antigüedades, no se fomentaría más el Museo Escolar y se solicita al Instituto el depósito de las monedas y demás objetos, lo que provocará un conflicto entre ambas instituciones que no se solucionará hasta años más tarde.

Definitivamente el Museo de Cáceres adquiere existencia legal por Real Orden el 30 de abril de 1917 con la publicación de su primera Junta de Patronato, en la que se nombra como primer director a Juan Sanguino Michel, correspondiente de la Real Academia de la Historia, según se recoge en el libro de Actas de la Junta de Patronato del Museo Provincial de Bellas Artes de Cáceres en sesión del día 9 de octubre de 1917.


 

Febrero de 2017

 

«Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra» (ca.1791).

Grabado de Fernando Selma por dibujo de Gregorio Ferro

Cobre; aguafuerte y buril, talla dulce

 

Entre las piezas que forman parte de la primera colección del Museo de Cáceres se encuentra un grupo de estampas, protagonistas –junto con un grupo de monedas-  de un absurdo litigio entre la Comisión Provincial de Monumentos y el Instituto de Segunda Enseñanza, que finalmente ingresaron en el Museo el 6 de octubre de 1919, dos años más tarde de la creación legal del mismo, y tras diecinueve años de desacuerdos.

La estampa fue utilizada en el siglo XVIII para difundir las obras clásicas de pintura española, a través de ellas, los artistas que se estaban formando podían conocer obras de Velázquez, Goya, Ribera, entre otros. Con esta finalidad didáctica se fundan en 1789 la Real Calcografía y la Compañía para el Grabado de los cuadros de los Reales Palacios, donde trabajaron importantes grabadores madrileños, como Manuel Salvador Carmona, y de varios países europeos. De todas las empresas acometidas por la Real Calcografía sobresale la publicación de la serie Retratos de Españoles Ilustres, formada por ciento catorce retratos.

Este primer grupo que ingresa en el Museo en 1919 lo forman 219 estampas de la Calcografía Nacional, con la citada serie de los Retratos de los Españoles Ilustres, de la que el Museo conserva ciento once retratos. La colección fue creciendo y, en respuesta al llamamiento que hizo el primer director, D. Juan Sanguino Michel, a diferentes entidades públicas y privadas que poseían colecciones artísticas para que ingresaran algunas de sus obras de arte en el recién creado Museo, la Diputación Provincial llevó a cabo el depósito de 28 grabados también de la Calcografía Nacional, copias de famosos cuadros como la Coronación de la Virgen, de Velázquez o la Sagrada Familia del roble, de Rafael. Al siglo XVII sólo pertenece una estampa, La coronación de espinas, del grabador francés François Langot, una excepcional pieza de gran formato constituida por nueve hojas montadas sobre un soporte de madera. Esta obra fue adquirida por el Estado, con la mediación de D. Alfonso Díaz de Bustamante, alcalde de Cáceres, en los años 60, con motivo de la nueva instalación de la Sección de Bellas Artes del Museo en la Casa del Mono.

El arte del siglo XX también está presente en la colección de arte gráfico del Museo. Por una parte, destaca el conjunto formado por las tres estampas de Picasso y las dos de Miró, expuestas actualmente en la Sala de Arte contemporáneo español, que ingresan en 1989 como depósito de la Diputación Provincial. Y, por otro lado, un último grupo lo componen los depósitos que en las últimas décadas está llevando a cabo la Junta de Extremadura; así, en 1990 ingresa una serie de obras grabadas por el artista granadino José Hernández Quero, en el año 2000, estampas de dos figuras destacadas del arte español del siglo XX como son Guillermo Pérez Villalta (Fama) y Juan Genovés (Desconcierto). De ese mismo año, es el depósito de los grabados de dos reconocidos artistas extremeños, Julián Gómez (Ciudad) y Andrés Talavero (Los Pájaros), y más recientes son las adquisiciones de los grabados de Gastón Orellana (La peste), Hilario Bravo (Dríada y Paisaje atávico) y Ángel Duarte (Serie Homenaje a Francisco Zurbarán), que enriquecen la Sección de Bellas Artes del Museo de Cáceres.

 

 

 

 

Marzo de 2017

 

Jarra de cerámica enchinada

 

Barro cocido y cuarzo

 

Modesto Romero, Montehermoso, 1929

 

 

 

La Sección de Etnografía del Museo tiene su origen en el momento de la apertura de la institución en el actual edificio de la Casa de las Veletas; como se sabe, desde enero de 1932 habían comenzado los preparativos para la instalación del Museo en este edificio, y desde el primer momento su Director, D. Miguel Ángel Orti Belmonte, quiso darle un carácter diverso y representativo de todas las épocas. Por ello, se propuso incorporar unas salas etnográficas que recrearan el ambiente de una vivienda tradicional, al estilo de lo que en aquellos años ya podía verse en museos etnográficos escandinavos y que en España se había experimentado en la Exposición del Traje Regional de 1925.

Así, Orti solicitó a sus alumnas de la Escuela Normal que donasen al Museo piezas propias del ajuar doméstico propias de las distintas poblaciones de las que ellas procedían, pero lo fundamental en esa primera colección etnográfica fue el conjunto de trajes, joyas y demás enseres de la provincia de Cáceres que habían figurado en el Pabellón de Extremadura de la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla en el año 1929. Aquellos objetos habían sido encargados o adquiridos en diferentes pueblos cacereños por el propio Orti Belmonte, y fueron donados al Museo por la Diputación de Cáceres una vez que finalizó la magna exposición hispalense.

Con las prendas y todo tipo de objetos que habían figurado en la exposición sevillana, más las piezas donadas por las alumnas de Orti, se creó la llamada «cocina folklórica», que pudo verse en la actual sala 7 del Museo entre 1933 y 1972, y que es la primera experiencia de museografía etnográfica en Extremadura y una de las pioneras en España; no debe olvidarse que el desaparecido Museo del Pueblo Español no fue creado hasta 1934.

Entre las piezas traídas de la Exposición Iberoamericana, se encuentra la jarra de cerámica enchinada que mostramos, la cual fue encargada para aquella ocasión al alfarero de Montehermoso Modesto Romero; éste había realizado para la muestra sevillana dos jarras con sus platos, dos botellas y dos copas también con sus platos, decorando las piezas principales con la técnica del enchinado que hoy ya sólo se sigue aplicando en Ceclavín. El alfarero utilizó esta decoración para firmar las piezas con su nombre «MODESTO ROMERO» y con las leyendas «CÁCERES MONTEHERMOSO» y «SEVILLA», lo que nos ha permitido identificar las piezas en la documentación que se ha conservado desde la celebración de aquella exposición y la instalación del Museo en la Casa de las Veletas; la mayor parte de estos objetos puede verse habitualmente en nuestra Sala 13 y son un testimonio único de la técnica del enchinado, ya desaparecida en Montehermoso, donde no queda ningún alfarero activo.

 

La imagen puede contener: interior

 

Abril de 2017

 

Hachas pulimentadas

 

Piedra

 

III-II milenio antes de Cristo. Piedras Albas

 

 

 

La Sección de Arqueología del Museo tiene su origen en la colección de objetos que el catedrático de Geografía e Historia del Instituto Técnico de Segunda Enseñanza D. Gabriel Llabrés logró reunir para formar el Museo Arqueológico Escolar. Los materiales procedían de donaciones de alumnos del citado instituto y de una serie de personas que a lo largo de los años confiaron sus tesoros al museo. El grueso de la colección estaba formado por monedas a las que con el tiempo se añadieron otros objetos como hachas de piedra, copias de inscripciones de la provincia, huesos del Calerizo de Cáceres y fotografías de distintos monumentos de la provincia, algunas realizadas por el propio Gabriel Llabrés.

Poco a poco las colecciones se van acrecentando con numerosas donaciones principalmente de miembros de la Comisión de Monumentos y corresponsales e informantes ocasionales repartidos por la geografía cacereña. Un buen ejemplo de ello son las numerosas donaciones que hizo el polifacético investigador Mario Roso de Luna, correspondiente de la Real Academia de la Historia y miembro de la Comisión Provincial de Monumentos que entregó al museo, según se recoge en los inventarios, objetos procedentes de sus «excavaciones» en Santa Cruz de la Sierra; objetos prehistóricos como una «Hermosa hacha neolítica de pórfido de los aborígenes del Ruecas…»; objetos romanos y «Objetos de la Reconquista y modernos» en los que incluye variadas piezas fruto de su curiosidad como una «Espuela de brazos articulados» o una «Llave larga morisca de una celda de Guadalupe».

El primer inventario del Museo de Cáceres empieza a redactarse hacia 1905, y en él figuran como las primeras piezas tres «Hachas de diorita de Piedras Albas» donadas por Higinio Pallés Rubio, que procedían de las colecciones del citado Museo Arqueológico Escolar. Se trata de tres pequeñas hachas de piedra de forma troncopiramidal, que tienen sus caras trabajadas con un pulimentado muy fino, característico del Neolítico y Calcolítico. Fueron halladas sin contexto arqueológico.

El coleccionismo arqueológico era normal en aquella época pero la mayoría de las veces responde a un equivocado concepto de amor y defensa del pasado que nada tiene que ver con el actual. El Patrimonio Arqueológico extremeño pertenece a todos y nadie está autorizado a privarnos de su disfrute. En esta pieza del mes queremos hacer público el reconocimiento del Museo de Cáceres a todas aquellas personas e instituciones que han donado y depositado sus piezas en nuestro museo, que es de todos.


 

Mayo de 2017

 

Fotografías del Tesoro de Aliseda (1920)

 

Julián Perate

 

Positivo a la gelatina de plata

 

 

 

 

 

Diez pesetas fue el importe que se le pagó a Julián Perate por la realización de cuatro fotografías del tesoro hallado en Aliseda el 29 de febrero de 1920, y así quedó registrado en el libro de cuentas del Museo de Cáceres, en el mes de marzo del mismo año.

 

Desde un primer momento, la fotografía resultó muy útil en la comunicación de descubrimientos arqueológicos, era la manera de darlos a conocer. Y, tras el hallazgo del espectacular tesoro, el Museo encargó la tarea de fotografiarlo a la Sociedad Artística Fotográfica, que no era más que la unión de dos grandes fotógrafos, Perate y Hurtado.

 

Julián Perate Barroeta (1869-1931) es considerado el fotógrafo más importante de Cáceres de esa época, el que más ha retratado a la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX. Un hábil retocador y un minucioso técnico de laboratorio, que ofrecía siempre retratos con un acabado perfecto. Simultanea su labor de fotógrafo con la de profesor de dibujo y pintura en distintos centros de enseñanza de Cáceres y en 1900 constituye, junto al fotógrafo Gustavo Hurtado Muro (1878-1960), que al igual que Perate, también era profesor de dibujo, la denominada Sociedad Artística Fotográfica. Sin embargo, por obligaciones diversas, Hurtado Muro tuvo que abandonar la Sociedad años más tarde, encargándose de la misma con exclusividad Perate. Las fotografías de Gustavo Hurtado recogen escenas de la vida cotidiana, siempre con presencia de figuras, con la finalidad, según el propio fotógrafo, de enriquecer así la toma.

 

El proceso empleado en estas fotografías del tesoro de Aliseda es a la gelatina de plata, también denominado al gelatinobromuro de plata. Este proceso surge sobre 1880 y acabó desplazando al colodión húmedo, teniendo su época de apogeo alrededor de 1890. En este proceso, el papel era revelado en sustancias químicas, a diferencia del papel para impresión cuya imagen aparecía por efecto de la exposición a la luz. Tiene una estructura laminada, compuesta de un soporte, una capa de barita y una capa de emulsión de gelatina.

 

Hay que señalar el buen estado de conservación de las fotografías, debido, en parte, a la estabilidad del proceso empleado y la gran carga de imagen final que contiene, así como al soporte secundario de cartón sobre el cual se montaron que las protege del deterioro mecánico.

 

Desde su hallazgo hace ya casi un siglo, el Tesoro de Aliseda, que actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, ha sido debidamente documentado y de él se han tomado un sinfín de fotografías, de las cuales, éstas cuatro que mostramos fueron las primeras.


 

Junio de 2017

 

Camisa de hombre

 

Tejido de lino

 

Malpartida de Plasencia, ca. 1910

 

 

 


 

 

 

 

Uno de los hitos más importantes de la historia del Museo de Cáceres es la incorporación a sus fondos etnográficos de la colección reunida por el comerciante de Plasencia D. Pedro Pérez Enciso. Como es sabido, este industrial regentaba un negocio de Sederías y durante décadas fue reuniendo un considerable conjunto de objetos etnográficos, especialmente textiles, que procedían en su mayoría de los trueques que hacía con clientes de Malpartida de Plasencia, Montehermoso, Cabezabellosa y otras localidades del norte de la provincia.

 

Cuando el Ministerio de Educación acometió la última gran reforma del Museo de Cáceres, entre 1972 y 1976, se recibió de la Diputación Provincial un primer lote de piezas que D. Pedro Pérez Enciso había donado a la institución, y posteriormente se le adquirió otra colección, pasando todos los bienes a integrar el grueso, y la parte fundamental todavía hoy, de la colección  etnográfica del Museo, que creció exponencialmente con este aporte. Años más tarde, la Diputación Provincial de Cáceres creó con una parte de estas colecciones, más un tercer grupo que se adquirió al comerciante placentino, el actual Museo Etnográfico Textil Pérez Enciso de Plasencia.

 

Entre las numerosísimas prendas textiles de la colección depositada en el Museo de Cáceres destacan las camisas bordadas, tanto de uso masculino como femenino, normalmente confeccionadas artesanalmente en lienzo, es decir, tela tejida de lino. En este caso, seleccionamos una camisa de hombre, ingresada en enero de 1974, que está bordada al realce en la pechera, cuello y puños con bellos motivos florales de carácter erudito, además de una labor de deshilado que recorre la pechera; la presilla que cierra en su base la abertura de la pechera está además decorada con las iniciales bordadas «F», «T», «F», que hacen referencia a su propietario, Felipe Tomé Fernández, vecino de Malpartida de Plasencia.

 

Felipe Tomé (1882-1953) fue uno de los propietarios más prósperos de Malpartida, dueño entre otras cosas de una fábrica de harinas llamada durante muchos años en la localidad «el Molino del tío Felipe Tomé», y llegó a ser alcalde de su pueblo, que le dedicó una de sus calles. Se casó con Juliana Morán Manzano en 1917, pero fallecieron sin descendencia, lo que facilitó que una gran parte del ajuar de este matrimonio terminara en manos de Pérez Enciso y, finalmente, en nuestro Museo. Entre los numerosos objetos de esa familia que el Museo posee puede admirarse la fotografía familiar que se expone en la Sala 13, donde están representados Juliana Morán, con sus padres y hermana, en una imagen tomada en Plasencia por los hermanos Díez hacia 1910.



 

Julio de 2017

 


 

Cuño de estampillar

 

Cerámica

 

Siglos XII-XIII. Palacio de Mayoralgo, Cáceres

 

 

 


 

 

Desde los primeros años de vida del Museo de Cáceres, las piezas de la Sección de Arqueología han ingresado principalmente gracias a las excavaciones arqueológicas. Las primeras «excursiones arqueológicas» llevadas a cabo por eruditos locales y miembros de la Comisión de Monumentos, dieron paso a excavaciones científicas; así, por ejemplo, ya en 1910 Adolf Schulten inicia las excavaciones en Cáceres el Viejo que continuarán en los años 1927 y 1930; en 1929 Antonio Floriano comienza a excavar en Cáparra, yacimiento que a lo largo del siglo contará con numerosas intervenciones que han sacado a la luz el trazado urbano de la ciudad, y en 1960 se realiza la primera excavación en la cueva de Maltravieso.

 

Actualmente la colección arqueológica es la más numerosa del Museo, ya que sus fondos proceden de las excavaciones sistemáticas y de urgencia, de los seguimientos durante obras de infraestructuras y otras intervenciones, y de los hallazgos casuales que se llevan a cabo en la provincia de Cáceres. De acuerdo con la ley 2/99 de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, todos los materiales arqueológicos procedentes de la provincia de Cáceres deben ser depositados en el Museo de Cáceres.

 

Entre los años 2001 y 2005 se realizaron las excavaciones arqueológicas del Palacio de Mayoralgo, en Cáceres, donde aparecieron desde los restos del foro de la ciudad romana de Norba Caesarina hasta materiales medievales y modernos. De esta excavación procede este cuño de estampillar; se trata de una pieza realizada en barro cocido de forma paralelepípeda con un rebaje central para que se adapte a la mano del alfarero y así poder estampillar el barro fresco. Presenta una matriz en cada uno de sus dos lados cortos que son cuadrados, el motivo de estampado de uno de los lados es una hoja estilizada, y el otro representa dos arcos de herradura. Lo más significativo es que incluye un grafito o inscripción en el que se puede leer el nombre del propietario del cuño “amal al-Sarrā[ŷ]” interpretado como “guarnicionero” o como “pintor a la encáustica”, tal vez relacionado con la familia banū Sarrāŷ de Granada.

 

En al-Andalus se desarrolló la tradición del estampillado sobre grandes tinajas, donde los motivos se fijaban sobre el barro fresco aún sin cocer combinando formas geométricas, vegetales, de animales, inscripciones o motivos mágicos de protección, como la mano de Fátima, a modo de cenefas; esta técnica decorativa alcanza su mayor desarrollo durante el periodo almohade. Gracias a otras excavaciones arqueológicas realizadas en la provincia se han localizado tinajas estampilladas decoradas con cuños similares.


 


 

Agosto de 2017

 

 

 

Barril gañanero

 

Barro

 

Arroyo de la Luz, 1983

 


 

 

 

 

 


 

 

A principios de la década de 1980, la Diputación Provincial de Cáceres puso en marcha un proyecto para la creación del que iba a ser el Museo de Artes y Costumbres Populares de nuestra provincia, en la línea de lo que estaban haciendo por entonces otras diputaciones provinciales como las de Teruel y Jaén. Con tal motivo, un equipo de personas contratadas por la institución provincial se dedicó a recorrer los pueblos de Cáceres adquiriendo piezas de todo tipo, principalmente las que producían los talleres artesanales que aún funcionaban, así como elementos del ajuar utilizados en los hogares de las familias cacereñas.

 

A lo largo del desarrollo de aquel proyecto se logró reunir una importante colección formada por cerca de un millar de objetos, algunos de los cuales formaron parte de la exposición que la Diputación hizo itinerar por varios pueblos de la provincia con el título de «Muestra Etnográfica cacereña». Sin embargo, aquel Museo nunca llegó a constituirse y hubo que esperar a 1989 para la inauguración del Museo Etnográfico Textil «Pérez Enciso» de Plasencia; para entonces, la gran mayoría de aquella colección había sido depositada por la Diputación de Cáceres en nuestro Museo, pasando a integrarse en la Sección de Etnografía, y constituyendo uno de los conjuntos más importantes y mejor documentados de la misma. La mayor parte de las piezas iba acompañada de una etiqueta en la que se reflejaba la denominación del objeto, la fecha de adquisición, el nombre y procedencia del artesano o propietario e incluso el precio de compra, además de la identificación de los recopiladores.

 

En la colección a que nos referimos destaca entre todos los conjuntos un completo repertorio de objetos fabricados en los distintos alfares que entonces trabajaban en la provincia. Este mes exponemos una de esas piezas, un «barril gañanero» fabricado por al alfarero Victorino Collado Pajares, de Arroyo de la Luz, que fue adquirido el 28 de abril de 1983 por un precio de 300 pesetas, y que ingresó en el Museo de Cáceres el 8 de febrero de 1984, junto con el resto de la colección. La alfarería de Arroyo de la Luz era conocida ya en el siglo XVI, siempre por su producción de cerámica basta de uso diario; en el siglo XVIII los inventarios de bienes suelen mencionar tinajas y pucheros «del Arrollo» o «del Rollo», y el Diccionario de D. Pascual Madoz cita hasta sesenta alfares en funcionamiento en la localidad en el año 1846.

 

El barril que se expone se llevaba colgado de la albarda de las caballerías mediante una cuerda que pasaba por las asas, y se fabricaba en distintos tamaños, siendo denominado «de cinco en dos», «espigao», «alforjero», etc.


 

Septiembre de 2017

 

 

 

«El huerto» (1981)

 

Alfonso Albacete (Antequera, 1950). Óleo sobre lienzo

 

 

 


 

 

El año 1989 marca un hito en la Historia del Museo de Cáceres. Se lleva a cabo la permuta de la Casa del Mono, de titularidad estatal, por la Casa de los Caballos, propiedad de la Diputación Provincial de Cáceres. Del mismo modo, también se procedió a la permuta de dos colecciones artísticas; por una parte, la colección de arte extremeño del Museo de Cáceres, con obras de Enrique Pérez Comendador, Eulogio Blasco, Bermudo Mateo o Juan Caldera, entre otros, fue depositada en el Museo de Historia y Cultura “Casa Pedrilla”, y, por otra parte, la Diputación depositó en el Museo la colección de arte español contemporáneo que fue formando durante los años setenta y ochenta principalmente, con artistas de  primera  fila  del  panorama artístico nacional como Saura, Millares, Canogar o el Equipo Crónica. De esta manera, se consiguió que las colecciones del Museo de Cáceres pudieran contemplarse en un solo recorrido.

 

Alfonso Albacete se formó con el pintor murciano Juan Bonafé, iniciando posteriormente sus estudios de Bellas Artes y Arquitectura en Valencia y Madrid. Formalmente, su trabajo, a caballo entre la figuración y la abstracción, parte de un profundo conocimiento de la tradición de la pintura moderna, desde Cézanne hasta el expresionismo abstracto. Sus cuadros, poseedores de un fuerte cromatismo, se convierten en registros de momentos, lugares y sensaciones vividas filtradas por el recuerdo. En ellos puede seguirse un repertorio clásico: figuras humanas, bodegones y paisajes; los preside la luz y un colorido feliz, alusiones al origen de su propia sensibilidad: el Mediterráneo y su atmósfera.

 

Alfonso Albacete pertenece a ese grupo de artistas neofigurativos que residían en Madrid a finales de la década de los setenta, junto a Guillermo Pérez Villalta, Carlos Alcolea, Luis Gordillo y Chema Cobo, entre otros. Artistas que quieren, a través de la pintura, dar una imagen de un arte basado en la figuración ajeno a reminiscencias políticas. En 1979, Albacete presenta en la Galería Egam de Madrid la serie En el estudio, exposición que marca un hito tanto en su trayectoria personal, señalando su madurez como pintor, como en la de toda esa generación de pintores que toma el relevo en los años ochenta. En 1988 el Museo Español de Arte Contemporáneo le dedica ya su primera exposición retrospectiva, y su obra nunca ha dejado de estar presente en gran cantidad de exposiciones panorámicas e históricas que han abordado el arte español de las últimas décadas.

 

En la obra “El Huerto” se van formando construcciones a partir de manchas de color, y, bajo su aparente irregularidad y arbitrariedad, se esconden estructuras de elemental geometría; la adecuada armonía entre color y forma constituye uno de los principales aciertos plásticos de la obra. Esta obra pertenece a la colección de arte español contemporáneo depositada por la Diputación Provincial de Cáceres en el Museo.


 

Octubre de 2017

 


 

Broche de cinturón

 

Bronce

 

Siglo VI. Los Estantes I, Malpartida de Cáceres

 


 

 

 

 

 

A lo largo de estos cien años de vida del Museo de Cáceres, muchas de las piezas arqueológicas que han ingresado lo han hecho gracias a las excavaciones arqueológicas realizadas con motivo de las obras de infraestructuras llevadas a cabo en la provincia de Cáceres. Los  movimientos de tierras que se producen sacan a la luz yacimientos arqueológicos hasta entonces desconocidos; en 1911 por ejemplo las obras de la carretera de Cáceres a Monroy, que entonces atravesaba el yacimiento de Cáceres el Viejo, sacaron a la luz algunos objetos que impulsaron la excavación científica campamento romano unos años después. Las obras de carreteras, vías del tren, urbanizaciones, polígonos industriales, parques fotovoltaicos… conllevan la realización de prospecciones previas para comprobar la existencia de yacimientos arqueológicos y si resultaran afectados, su posterior excavación.

 

La construcción de las autovías autonómicas EX-A1 o la A-58 han supuesto la excavación de un buen número de yacimientos de distintas épocas, así como la A-66 o Vía de la Plata que por su historia a lo largo de varios milenios ha sido un lugar de paso de muchas culturas que han dejado un buen número de yacimientos desde el norte de Cáceres hasta el sur de Badajoz. Igualmente las obras del trazado del tren de Alta Velocidad Española (AVE) han contado con prospecciones y excavaciones arqueológicas. De acuerdo con la ley 2/99 de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, todos los materiales arqueológicos procedentes de la provincia de Cáceres deben ser depositados en el Museo de Cáceres.

 

En el año 2007 con motivo de la construcción de una planta fotovoltaica en la dehesa de Los Estantes, en Malpartida de Cáceres, se localizaron 36 tumbas de época romana y visigoda que fueron excavadas previamente a la instalación de los paneles solares. En una de las tumbas visigodas, compuesta por grandes losas de granito, se recuperó esta hebilla o broche de cinturón de bronce. El broche es de forma ovalada con una aguja o hebijón de base escutiforme y escotaduras laterales que se curva en un extremo para adaptarse a la sección circular de la hebilla. En la misma dehesa, durante la ampliación de la planta fotovoltaica se localizó un cortijo que estuvo en uso entre los siglos V-VIII, y posteriormente, no lejos de este cortijo, durante los trabajos construcción de un paso elevado sobre la vía del tren Cáceres-Valencia de Alcántara fue localizado otro asentamiento medieval con zonas domésticas y una prensa de molino que prolongaba su ocupación hasta el siglo IX, ya en época islámica.


 

Noviembre de 2017

 

 

 

Alforja

 

Lana

 

Malpartida de Cáceres, primer tercio del siglo XX

 


 


 

 

 

La Junta de Extremadura se hizo cargo de la gestión del Museo de Cáceres a través de un convenio firmado con el Ministerio de Cultura en el año 1989; desde entonces, la Sección de Etnografía del Museo se ha visto enriquecida con numerosas piezas de todo tipo que proceden en su mayoría de las donaciones que hacen los ciudadanos de la provincia de Cáceres y de otras zonas del territorio español y portugués. Además, desde el Museo se impulsa la adquisición de colecciones y objetos hasta ahora poco representados en la colección etnográfica, y la Asociación «Adaegina» Amigos del Museo de Cáceres también colabora comprando objetos de esta naturaleza y haciendo donación de ellos al Museo.

 

Entre las incorporaciones más importantes a la Sección de Etnografía en estos años de gestión autonómica del Museo, se encuentra la colección de candiles reunida por los hermanos Demetrio y Emilio González Núñez, formada por más de 250 piezas que la convierten en la mayor colección pública de candiles en España. Junto a ella, destaca también la colección de alfarería extremeña donada por Miguel Ángel Álvarez, en la que se cuentan más de 500 objetos recogidos en los principales centros alfareros de la región, la mayor parte de ellos ya extinguidos. Además, numerosos particulares han hecho y siguen haciendo donación de piezas que vienen a enriquecer nuestros fondos en las colecciones de aperos de labranza, objetos de uso doméstico y para la higiene, indumentaria y ropa del hogar, loza, joyería, etc. Cualquier persona que tenga en su poder algún objeto con cierto interés etnográfico, tiene la opción de ofrecerlo al Museo para que pase a engrosar sus colecciones; en caso de resultar de interés para ello, desde la institución se inicia un expediente administrativo que finaliza con un contrato de donación por el que la Junta de Extremadura recibe los objetos en tal concepto para depositarlos en el Museo de Cáceres.

 

La pieza que damos a conocer este mes es un claro exponente de la generosidad de los ciudadanos, pues fue donada el pasado mes de septiembre por Dña. María Ángeles Martín Reviriego, de Malpartida de Cáceres. Se trata de una alforja de lana listada a colores amarillo, azul, rojo y verde, elaborada en paño probablemente en telares de Torrejoncillo, que se adorna con borlas de lana en los cornijales y centro del fondo de cada bolsa; además, la boca de la bolsa y bordes de la alforja se decoran con amplio ribete de castañeta de color rojo en labor de picao con motivos florales. La alforja fue un elemento sumamente útil para el transporte de objetos, tanto a lomos de caballerías como sobre el hombro de las personas, constituyendo parte esencial del ajuar textil doméstico.


 

Diciembre de 2017

 

 

 

Hommage à Francisco de Zurbarán, 1999

 

Ángel Duarte (1930-2007)

 

Serigrafía

 

 


 

Las serigrafías pertenecientes a Hommage à Francisco de Zurbarán tienen su origen en las largas estancias que Ángel Duarte pasó en España durante los años 1991 y 1992 para realizar la gran escultura que hoy puede verse en los exteriores del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Badajoz. Ángel Duarte contrajo en los años cincuenta una gran deuda con uno de los pintores que más ha admirado. Jamás realizó una copia de sus cuadros durante el tiempo que estuvo en el Museo del Prado, antes de marcharse a París en 1954: «…además de las clases en la escuela frecuentará el Museo del Prado, donde admiró a Zurbarán, que le influiría en el tratamiento de los planos...».

 

 

 

Ángel Duarte, completando los pasos dados por Juan Gris y Vázquez Díaz, se  adentró en aquellas facetas zurbaranescas que más le apasionaron: los contornos quebrados a tenor de ángulos e intersecciones de líneas, la racionalidad casi matemática y analítica a la hora de establecer los recursos, la  expresión de la luz a través de los planos, su «reflectancia», la definición exacta de las relaciones espaciales y los volúmenes, la economía de medios empleada, la adaptación del espectador y la extremada sutileza de los colores, fueron facetas que han contribuido de manera sorprendente a dar identidad a la estructura plana y atrevida de la pintura duartiana.

 

 

 

Pero lo más llamativo de Hommage à Francisco de Zurbarán, siguiendo los principios del maestro extremeño de hacer del color la razón de ser del cuadro, fue la combinación de los tonos supercromáticos, naranjas y amarillos, y los acromáticos, negro y grises, cuyo resultado fue la aparición de un nuevo campo, el marrón. Existe en todos los cuadros y serigrafías una cuidada planificación de las gamas para sacarle al proceso el mayor grado de optimización, sobre todo al tener muy presente las influencias modificantes, como luz, la tonalidad y los fondos (responsables directos de las diferencias cambiantes y de su interrelación en las superficies). Tras experimentar en la serie dedicada a la ciudad de Sion la poderosa tensión que ejercía el rojo y el azul, Ángel Duarte moduló la «capacidad de asimilación» de los contrastes y los transformó, de acuerdo con los ámbitos contiguos, a tenor de una coloración contenida a base de grises y del marrón como contraposición. Este acento en el color y el contraste en las superficies desarrollan una serie de ritmos diferentes; ritmos que se suceden hasta siete sin variar el tema. Pero teniendo siempre en cuanta el empleo riguroso de fórmulas matemáticas.

 

 

 

En otro plano distinto, al margen del método seguido, Ángel Duarte pretendió con este ciclo sobre Francisco de Zurbarán identificarse con su propia cultura y en contra de aquella idea que pretende homogeneizar los valores y los códigos en los que se sustenta la noción de europeidad; para hacer frente a ese pensamiento que ha invadido no sólo la economía, sino también la tecnología y la producción cultural y ha regulado gustos y preferencias.

 

 

 

Javier Cano Ramos

 


 

 

 

 

 



Logo pie

Museo de Cáceres
Plaza de las Veletas,1
10003,Cáceres
Teléfono:927 01 08 77
museocaceres@juntaex.es